martes, 7 de diciembre de 2010

Simon's Cat

Navegando de ociosa por la red me encontré con estos cortometrajes que me hicieron reir mucho... capta la esencia gatuna jaja












www.simonscat.com

miércoles, 24 de noviembre de 2010

*-*

Había una vez...























sólo una vez.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cigarrillos

Sintió deseos de fumar y saco su cajetilla de cigarrillos, no tenía fuego y miró a su alrededor para encontrar a algún fumador empedernido, pero no vio a nadie. Maldijo haber tomado la chaqueta equivocada, en la gris estaba el encendedor, pero no, tomó la roja, la maldita chaqueta roja que le había regalado su ex. No quiso acercarse a preguntar a alguien por fuego, le molestaba a veces el contacto con la gente, pero necesitaba fumar. Buscó un lugar donde comprar fósforos o un encendedor, era tarde y nada estaba abierto. Pensó que podía ser su oportunidad para vencer su vicio, no depender de un cigarro, para vencer la ansiedad y lo volvió a meter a la cajetilla…

Pasaron unos minutos y lo volvió a sacar de su guarida ¿cómo no va a haber fuego por acá cerca? –murmuró. Llevaba casi quince años haciéndolo. Era una suicida, siempre había planeado la forma más lenta, pero más efectiva para morir y decidió que fumando diez cigarrillos diarios le restaría unos cuantos años de vida. Sin embargo, esta noche estaba boicoteando su plan; no tenía manera de encender un maldito cigarro. Comenzó a sentirse inquieta, a comerse las uñas –que había costado años de cigarrillos para calmar la ansiedad, y así dejarlas largas y hermosas-. Se sentó en una banca y planeó esperar a alguien que pasara fumando, de todos modos no tenía donde ir esa noche, había discutido con su novia y no quería verla hasta que pensara una forma de disculparse por haber dicho toda esas estupideces. Siempre discutían, siempre estaban lanzándose sus peores deseos y luego se reconciliaban. Pensó que esta vez podría ser diferente, y de una vez por todas dejarla y de paso dejar el cigarrillo que ya la estaba volviendo loca, aunque tendría que idear otro plan suicida a largo plazo.

Pasó un largo rato y por fin apareció un tipo con un cigarrillo en la boca, se acercó, le pidió fuego y él acercó su cigarro. Le preguntó su nombre y ella inventó uno, ella preguntó de regreso el suyo, y él también inventó uno, se sentó en la misma banca que estaba ella y comenzó a hablarle sobre los grillos y sobre los autos, consideraba que esa noche el sonido de los primeros eran mucho más apabullante que el de los segundos. Ella lo miraba sin tomar mucha atención, que estupidez eso de los grillos -pensó. Él se levantó al notar su desinterés. Ella tomó otro cigarrillo antes de terminar el que tenía en la boca para poder encender otro y otro y otro… así fueron diez, esa noche quería aumentar su cuota suicida, ya en el día había fumando siete, le faltaban tres más y doblaría su dosis mortal. Los fumó, se levantó y volvió a su casa…

Hoy no dejaría de fumar y tampoco dejaría a su novia. Soy una inconsecuente –pensó. Siguió caminando a paso lento, y se dio cuenta que esa noche se escuchaban más claramente a los grillos que a los autos.

viernes, 22 de octubre de 2010

Contra la Pared

Veanlaaaaaaaaaaaaaaaa,
veanlaaaaaaaaaaaa,
veanlaaaa!!!

Bizarra, cuática, turka, interesante y con un actor principal muy atractivo... me fascinó!


miércoles, 21 de julio de 2010

Giallo Italiano






Giallo Italiano y Dario Argento.

Variados son los géneros de la tradición cinematográfica italiana. Alrededor de los años 60’s el cine italiano da luz a uno de los géneros, a mi parecer, más fascinantes y perturbadores, que combina la visualidad y el terror: el Giallo. Este tipo de cine, o subgénero cinematográfico se inspira y toma su nombre de una colección de libros de bolsillo de portada amarilla (giallo significa amarillo en italiano) que tienen por tema historias policíacas y de misterio. En términos cinematográficos tiene su novedad en las escenas de asesinatos explícitos filmados desde una cámara subjetiva, tramas vistas desde la perspectiva del asesino. La cámara subjetiva es una de las características más destacables del subgénero, puesto mantiene al espectador en tensión y movimiento, haciéndolo parte del film, pues nos sumerge en el terrorífico escenario del crimen de forma macabra y muy visual.

El precursor de este estilo fue Mario Bava, maestro del terror italiano quién en 1963 realiza La muchacha que sabía demasiado, un primer esbozo que cimentaría lo que más tarde sería el Giallo. El estilo cinematográfico del Giallo fue consolidado con el debut de un ex crítico de cine, Dario Argento. El pájaro de las plumas de cristal (1970) nos demuestra en toda su extensión lo que es el giallo italiano: guión tramposo, psicología desequilibrada en los personajes, sadismo y erotismo y, un gusto por los crímenes rebuscados, especialmente estilizados en su ejecución. Hay también una presencia exagerada de la sangre, visualización en primer plano de violentos ataques o del cuchillo clavándose en el cuerpo de la víctima, donde en ocasiones se explicitan desmembramientos. Francisco Esquinas, en su texto sobre el Giallo italiano, explica claramente la fórmula del giallo italiano: la trama en general trata en que el papel del protagonista lo asume un personaje civil, que se ve desenvuelto de forma casual en el primer asesinato[1]. Desde este primer punto de partida, la vida del protagonista dará un giro, envolviéndose en un viaje obsesivo por atrapar el criminal. Sentimientos como el amor, son reemplazados por los de la obsesión y el deseo enfermizo que son proyectados hacia mujeres, que por lo general son las víctimas de la mayoría de los films, que como atractivas jóvenes despiertan el deseo de psicópatas, asesinos en serie, etc. La edad de estas bellas mujeres oscila entre los 25 a los 35 años. Por su parte, el asesino tiene una presencia casi invisible alrededor de toda la película y su identidad es descubierta ya casi al final de ésta. Su indumentaria y presencia se repite a lo largo de las películas de giallo: entre sombras, cubierto casi por completo por sus ropas es introducido en las escenas por medio de una cámara subjetiva. Las localidades donde se sitúan este tipo de films se encuentran en las ciudades italianas, en reductos periféricos, casi suburbiales., en callejones, edificios antiguos o abandonados. En estos lugares el asesino actúa en la noche/madrugada, en casi ninguna ocasión lo hace a plena luz del día, lo cual aumenta el terror y angustia. El giallo italiano ha tomado por fuentes, para realizar sus producciones cinematográficas, como ya sabemos, la serie de libros comentada al comienzo, folletines y serial de suspense radiofónico[2]. Esquinas dice en su texto que la mayor virtud de la propuesta italiana fue la alta expresividad dramática a través de la violencia no censurada[3]. En definitiva, la puesta en escena y el impactante uso de la sangre son las claves de este subgénero.

Si bien, los directores del Giallo italiano son variados, me concentraré en el trabajo de Argento, por considerarlo uno de los representantes más certeros del subgénero y, por ser un reconocido cineasta de terror del tipo B. Su opera prima (El pájaro de las plumas de cristal) fue la primera de su denominada trilogía zoológica[4], Darío Argento realizaría en 1971 “El gato de las nueve colas” y “Cuatro moscas sobre terciopelo gris”. Pero debemos reconocer que su obra más importante y que se sitúo en la época dorada del giallo italiano es Profondo Rosso (1975), con un guión hecho para confundir al espectador, Argento nos sumerge en un thriller laberíntico. En una entrevista realizada al director con motivo de la primera edición del Festival Internacional de Cine Clásico de Granada, donde su film “Suspiria” sería parte de una retrospectiva dedicada al cine fantástico italiano, Argento dice que (…) los espacios laberínticos y claustrofóbicos son una constante. No sé si es un recurso visual relevante pero lo cierto es que estimula mi creatividad. Es algo que me fascina[5]. Y claro que es relevante, si este tipo de recurso visual envuelve al espectador en la trama. En la misma entrevista, la periodista pregunta al director sobre notorio trabajo de arte en las películas y él se refiere a ello diciendo lo siguiente: Siempre sentí una atracción profunda por todo tipo de expresión artística, especialmente hacia la arquitectura, la pintura y la música. La pintura ha sido una constate patente en el trabajo cinematográfico de Argento, si no es por la vía explícita de mostrar la sobras en las películas, es en base a la inspiración de éstas para sus films, así las escenas más eróticas de El Fantasma de la ópera (1998) fue inspirada en George de la Tour artista francés, quién a su vez, nutría su trabajo en Caravaggio, destacando el manejo de la iluminación tenebrista del artista italiano.

La relación de Dario Argento y la pintura puede verse reflejada en su trabajo fílmico, pero se explicita aún más en una de sus películas que se aleja del apogeo del Giallo, pero sigue la misma tradición, esta película es el Síndrome de Stendhal del año 1996. El nombre de la película se inspira en un Síndrome de particulares características; es una enfermedad psicosomática que tiene entre sus síntomas un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones, estos síntomas se presentan cuando el individuo esta ante una sobredosis de belleza artística tanto pinturas como algún otro tipo de obra de arte. El Síndrome es también llamado de Florencia, pues como lo habíamos comentado con anterioridad, una de las ciudades de gran connotación artística y donde más se ha detectado esta anomalía en este lugar. El Síndrome fue denominado con este nombre por el autor francés Henri-Marie Beyle, quién dio la primera descripción detallada de dicho síndrome en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio, tras haberlo padecido en su visita a la Basílica de Santa Cruz en Florencia en el año 1817. Su experiencia fue así relatada:

"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".[6]

El Síndrome no fue considerado como tal, hasta que en 1979 la psiquiatra italiana Graziella Magherini observó más de 100 casos como el de Stendhal y escribió sobre ellos. En la película de Dario Argento, el Síndrome se ve claramente ejemplificado, pero lo que nos convoca acá no es la dimensión psicológica, sino la intensa relación de la obra de arte en la película con el personaje principal: Anna (interpretado por Asia Argento, hija del director). La historia en esencia trata sobre Anna que es un agente de la policía quién está siguiendo la pista de un asesino. En una visita la Galería Uffizi sufre el denominado Síndrome de Stendhal y pierde el sentido. Esta primera escena de la película es fundamental, en ella podemos observar la estrecha relación de la obra de arte con el cine: Anna entra a la galería, apretujada por la multitud, comienza a recorrer el lugar, atónita ante las maravillas artísticas. Vaga algo perdida entre la gente, cuando finalmente ingresa en la Sala Del Botticelli donde se queda observando el cuadro de El Nacimiento de Venus, luego se acerca a La Primavera, en ambos casos, surge una cámara subjetiva que emula el recorrido visual de Anna, imitando como sería la manera en que el ojo humano recorre el cuadro. Llega a la Sala Delle Carte Geografiche, donde se encuentra cara a cara con la Cabeza de Medusa de Caravaggio de 1598. La obra representa (…) el instante en que la espada de Perseo acaba de cercenar la cabeza de la Medusa, en cuyo rostro aún permanece ese grito de horror al ver su propia monstruosidad reflejada en el espejo[7]. Una de las características de esta obra es la habilidad del artista para crear la ilusión de que esa horrorosa cabeza se proyecte hacia el espacio real, dando la ilusión de que la Medusa <>, y ello, no pudo ser evitado por Anna. La protagonista comienza a respirar agitadamente, se sujeta de una mesa que está a su lado y todo comienza a darle vueltas, su mirada busca una salida, pero no la encuentra, a su alrededor sólo hay obras de arte que la observan, que la quieren atrapar. Anna se queda mirando la obra La caída de Ícaro, del pintor holandés Pieter Bruegel el Viejo. Este artista se caracteriza por pintar escenas de vida de campesinos, pero La caída de Ícaro es una escena mitológica. Ana M. Berry describe el cuadro en estas palabras:

De una belleza lírica y apacible, que difiere de la usual manera del maestro (…) El mar azul, la costa bañada en la temprana luz matinal, la envergada goleta, el campesino con su gabán gris y rojo blusón, que con la cabeza inclinada, va manejando la bestia que arrastra el primitivo arado, las figuritas del pastor con su rebaño y del pescador atento a su tarea, forman un conjunto bucólico. ¿Qué tiene que ver con ello Ícaro a quien apenas se puede descubrir (dos pequeñas piernas sobre las aguas indican su caída)?[8]

Distinta de la lírica descripción de Berry es la experiencia de Anna en Uffizi. Tras observar la pintura de Bruegel, se produce lo que cualquier pintor barroco hubiese aspirado a que sucediese, la alucinación donde Anna se sumerge en las profundidades del mar, dentro del cuadro. Se produce la extensión de la realidad al cuadro. Anna cae al mar y se hunde hasta el fondo, llegando a encontrarse con un ser acuático al cual besa. Tras el desmayo y ya en su apartamento, Anna sufre otro encuentro con la obra de arte, esta vez se trata de la Ronda Nocturna de Rembrandt, la mujer se acerca al cuadro, del cual comienzan a salir sonidos y voces, correspondientes a la escena representada, el cuadro se disuelve y da paso a una puerta donde Anna recuerda los hechos que la habían llevado hasta allí. En otra escena, Anna se encuentra en una sala en espera de que la reciban una comisión del departamento de policía, en esta sala hay un cuadro de grandes dimensiones que representa una escena natural, donde cae una cascada. Anna mira fijamente la escena y comienza a caminar hacia ésta, introduciéndose, llegando incluso a mojarse por la cascada que cae, Anna se introduce totalmente en el cuadro, sintiendo la escena estática, dándole movimiento.

Luego, en una conversación con su psiquiatra, Anna relata lo sucedido aquel día y él le da la descripción del síndrome que padece. El psiquiatra aconseja a Anna que vuelva una temporada con su familia. Estando allí, recuerda que durante su niñez, su madre (pintora) la llevaba al museo para enseñarle historia del arte, y recuerda que cuando niña también sufrió un episodio del síndrome. Anna decide dedicarse con devoción enfermiza a la pintura, llegando incluso a pintar totalmente su cuerpo con óleo y refregándolo sobre un gran trozo de papel tirado en el suelo.

Durante el resto de la película, la relación de Anna con la pintura es fundamental, llega a conocer a un hombre francés que estudia bellas artes a quién asesina. Ya hacia la escena final, cuando los policías, colegas de Anna, conocen la verdad, van en su búsqueda a su casa y tras un agitado forcejeo, varios de ellos toman a Anna, entre cobijas blancas, emulando una escena de La Pietà, un guiño innegable a la historia del arte en términos de la composición de los últimos segundos de la película.

El síndrome de Stendhal, más allá de su dimensión clínica y psicológica como una enfermedad psicosomática, se ha convertido en un referente de la reacción romántica, ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico[9]. El romanticismo como una corriente artística, ensalzaba las pasiones y la sensibilidad humana, ante la razón y los ideales clásicos que reinaban en el periodo anterior. Arnold Hauser hace una interesante comparación entre el romanticismo y el cine:

En efecto el cine ha sido comparado con el del alcohol y el opio, y la multitud que sale vacilante de la sala en la noche oscura ha sido calificada de borracha y anestesiada, que no puede ni quiere darse cuenta de la situación en la que se encuentra. Pero este efecto no es privativo del cine; tiene su origen en el arte romántico[10].

La relación del cine y la pintura se hace patente, no tan sólo en términos formales, en cuanto a la construcción de la imagen cinematográfica, también podemos observar relaciones teóricas, como es el ejemplo de esta reacción ante la belleza artística, el romanticismo y el síndrome. Relacionando el Síndrome de Stendhal y la película analizada de Dario Argento, observamos el cumplimiento de la utopía Renacentista y desarrollada hasta lo culmine por el Barroco, el movimiento de la imagen, llevando al espectador dentro del cuadro, a la compenetración total de la persona con la realidad pictórica, completando así la obra de arte.

Como últimas palabras podemos decir que el mundo del arte está constantemente mencionado dentro de los films de Dario Argento, sobretodo la pintura de destacados artistas, y en general, toda la historia del cine pareciera estar ligada indisociablemente de la historia del arte, en una confluencia mutua.


[1] Esquinas, Francisco, El Giallo Italiano. Documento en línea http://fama2.us.es/fco/frame/new_portal/textos/num4/3.2.pdf

[2] Esquinas, Francisco, El Giallo Italiano.

[3] Esquinas, Francisco. Op. Cit.

[4] Cruz, Dimas. Giallo italiano en http://www.lafactoriaecija.com/revista_electronica/?p=4692

[5] Entrevista: María José López, Traducción: Francisco Covarino en: http://www.septimovicio.com/entrevistas/22042009_dario-argento-el-unico-linde-que-acepto-es-el-de-no-atentar-contra-el-buen-gusto/

[6] Mangieri, Rocco. Parálisis, trauma y crisis en la experiencia estética: el síndrome de Stendhal en: http://www.tonosdigital.com/ojs/index.php/tonos/article/viewFile/204/164

[7] Grandes Maestros de la Pintura: Caravaggio. España: Sol, p. 52.

[8] Berry, M. Ana. Bruegel el Viejo, Buenos Aires: Poseidón, p. 12-13

[9] Mangieri, Rocco, op. Cit.

[10] Hauser, A. Historia social de la literatura y del arte. Colombia: Labor, p. 354.




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sábado, 6 de marzo de 2010

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De Liniers...


















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viernes, 12 de febrero de 2010

The Piano






Hay un silencio
donde nunca ha habido sonido
hay un silencio
donde no puede haber sonido
en la fría tumba
bajo el profundo, profundo mar...









*The Piano escrita y dirigida por Jean Campion el año 1993.

lunes, 8 de febrero de 2010

Mary and Max

Esta pelicula animada basada en una historia real, narra la amistad que se forja por medio de correspondencia de un cuareton judío con graves trastornos psicólogicos y una niña australiana de 8 años, a quién la vida no la ha tratado del todo bien...




domingo, 7 de febrero de 2010

La perfecta señorita - Patricia Highsmith




La perfecta señorita
[Cuento. Texto completo]

Patricia Highsmith

Theodora, o Thea como la llamaban, era la perfecta señorita desde que nació. Lo decían todos los que la habían visto desde los primeros meses de su vida, cuando la llevaban en un cochecito forrado de raso blanco. Dormía cuando debía dormir. Al despertar, sonreía a los extraños. Casi nunca mojaba los pañales. Fue facilísimo enseñarle las buenas costumbres higiénicas y aprendió a hablar extraordinariamente pronto. A continuación, aprendió a leer cuando apenas tenía dos años. Y siempre hizo gala de buenos modales. A los tres años empezó a hacer reverencias al ser presentada a la gente. Se lo enseñó su madre, naturalmente, pero Thea se desenvolvía en la etiqueta como un pato en el agua.

-Gracias, lo he pasado maravillosamente -decía con locuacidad, a los cuatro años, inclinándose en una reverencia de despedida al salir de una fiesta infantil. Volvía a su casa con su vestido almidonado tan impecable como cuando se lo puso. Cuidaba muchísimo su pelo y sus uñas. Nunca estaba sucia, y cuando veía a otros niños corriendo y jugando, haciendo flanes de barro, cayéndose y pelándose las rodillas, pensaba que eran completamente idiotas. Thea era hija única. Otras madres más ajetreadas, con dos o tres vástagos que cuidar, alababan la obediencia y la limpieza de Thea, y eso le encantaba. Thea se complacía también con las alabanzas de su propia madre. Ella y su madre se adoraban.

Entre los contemporáneos de Thea, las pandillas empezaban a los ocho, nueve o diez años, si se puede usar la palabra pandilla para el grupo informal que recorría la urbanización en patines o bicicleta. Era una típica urbanización de clase media. Pero si un niño no participaba en las partidas de «póquer loco» que tenían lugar en el garaje de algunos de los padres, o en las correrías sin destino por las calles residenciales, ese niño no contaba. Thea no contaba, por lo que respecta a la pandilla.

-No me importa nada, porque no quiero ser uno de ellos -les dijo a sus padres.

-Thea hace trampas en los juegos. Por eso no queremos que venga con nosotros -dijo un niño de diez años en una de las clases de Historia del padre de Thea.

El padre de Thea, Ted, enseñaba en una escuela de la zona. Hacía mucho tiempo que sospechaba la verdad, pero había mantenido la boca cerrada, confiando en que la cosa mejorara. Thea era un misterio para él. ¿Cómo era posible que él, un hombre tan normal y laborioso, hubiese engendrado una mujer hecha y derecha?

-Las niñas nacen mujeres -dijo Margot, la madre de Thea-. Los niños no nacen hombres. Tienen que aprender a serlo. Pero las niñas ya tienen un carácter de mujer.

-Pero eso no es tener carácter -dijo Ted-. Eso es ser intrigante. El carácter se forma con el tiempo. Como un árbol.

Margot sonrió, tolerante, y Ted tuvo la impresión de que hablaba como un hombre de la edad de piedra, mientras que su mujer y su hija vivían en la era supersónica.

Al parecer, el principal objetivo en la vida de Thea era hacer desgraciados a sus contemporáneos. Había contado una mentira sobre otra niña, en relación con un niño, y la chiquilla había llorado y casi tuvo una depresión nerviosa. Ted no podía recordar los detalles, aunque sí había comprendido la historia cuando la oyó por primera vez, resumida por Margot. Thea había logrado echarle toda la culpa a la otra niña. Maquiavelo no lo hubiera hecho mejor.

-Lo que pasa es que ella no es una sinvergüenza -dijo Margot-. Además, puede jugar con Craig, así que no está sola.

Craig tenía diez años y vivía tres casas más allá. Pero Ted no se dio cuenta al principio de que Craig estaba aislado, y por la misma razón. Una tarde, Ted observó cómo uno de los chicos de la urbanización hacía un gesto grosero, en ominoso silencio, al cruzarse con Craig por la acera.

-¡Gusano! -respondió Craig inmediatamente.

Luego echó a correr, por si el chico lo perseguía, pero el otro se limitó a volverse y decir:

-¡Eres un mierda, igual que Thea!

No era la primera vez que Ted oía tales palabras en boca de los chicos, pero tampoco las oía con frecuencia y quedó impresionado.

-Pero, ¿qué hacen solos, Thea y Craig? -le preguntó a su mujer.

-Oh, dan paseos. No sé -dijo Margot-. Supongo que Craig está enamorado de ella.

Ted ya lo había pensado. Thea poseía una belleza de cromo que le garantizaría el éxito entre los muchachos cuando llegara a la adolescencia y, naturalmente, estaba empezando antes de tiempo. Ted no tenía ningún temor de que hiciera nada indecente, porque pertenecía al tipo de las provocativas y básicamente puritanas.

A lo que se dedicaban Thea y Craig por entonces era a observar la excavación de un refugio subterráneo con túnel y dos chimeneas en un solar a una milla de distancia aproximadamente. Thea y Craig iban allí en bicicleta, se ocultaban detrás de unos arbustos cercanos y espiaban riéndose por lo bajo. Más o menos una docena de los miembros de la pandilla estaban trabajando como peones, sacando cubos de tierra, recogiendo leña y preparando papas asadas con sal y mantequilla, punto culminante de todo esfuerzo, alrededor de las seis de la tarde. Thea y Craig tenían la intención de esperar hasta que la excavación y la decoración estuvieran terminadas y luego se proponían destruirlo todo.

Mientras tanto a Thea y a Craig se les ocurrió lo que ellos llamaban «un nuevo juego de pelota», que era su clave para decir una mala pasada. Enviaron una nota mecanografiada a la mayor bocazas de la escuela, Verónica, diciendo que una niña llamada Jennifer iba a dar una fiesta sorpresa por su cumpleaños en determinada fecha, y por favor, díselo a todo el mundo, pero no se lo digas a Jennifer. Supuestamente la carta era de la madre de Jennifer. Entonces Thea y Craig se escondieron detrás de los setos y observaron a sus compañeros del colegio presentándose en casa de Jennifer, algunos vestidos con sus mejores galas, casi todos llevando regalos, mientras Jennifer se sentía cada vez más violenta, de pie en la puerta de su casa, diciendo que ella no sabía nada de la fiesta. Como la familia de Jennifer tenía dinero, todos los chicos habían pensado pasar una tarde estupenda.

Cuando el túnel, la cueva, las chimeneas y las hornacinas para las velas estuvieron acabadas, Thea y Craig fingieron tener dolor de tripas un día, en sus respectivas casas, y no fueron al colegio. Por previo acuerdo se escaparon y se reunieron a las once de la mañana en sus bicicletas. Fueron al refugio y se pusieron a saltar al unísono sobre el techo del túnel hasta que se hundió. Entonces rompieron las chimeneas y esparcieron la leña tan cuidadosamente recogida. Incluso encontraron la reserva de papas y sal y la tiraron en el bosque. Luego regresaron a casa en sus bicicletas.

Dos días más tarde, un jueves que era día de clases, Craig fue encontrado a las cinco de la tarde detrás de unos olmos en el jardín de los Knobel, muerto a puñaladas que le atravesaban la garganta y el corazón. También tenía feas heridas en la cabeza, como si lo hubiesen golpeado repetidamente con piedras ásperas. Las medidas de las puñaladas demostraron que se habían utilizado por lo menos siete cuchillos diferentes.

Ted se quedó profundamente impresionado. Para entonces ya se había enterado de lo del túnel y las chimeneas destruidas. Todo el mundo sabía que Thea y Craig habían faltado al colegio el martes en que había sido destrozado el túnel. Todo el mundo sabía que Thea y Craig estaban constantemente juntos. Ted temía por la vida de su hija. La policía no pudo acusar de la muerte de Craig a ninguno de los miembros de la pandilla, y tampoco podían juzgar por asesinato u homicidio a todo un grupo. La investigación se cerró con una advertencia a todos los padres de los niños del colegio.

-Sólo porque Craig y yo faltáramos al colegio ese mismo día no quiere decir que fuésemos juntos a romper ese estúpido túnel -le dijo Thea a una amiga de su madre, que era madre de uno de los miembros de la pandilla. Thea mentía como un consumado bribón. A un adulto le resultaba difícil desmentirla.

Así que para Thea la edad de las pandillas -a su modo- terminó con la muerte de Craig. Luego vinieron los novios y el coqueteo, oportunidades de traiciones y de intrigas, y un constante río, siempre cambiante, de jóvenes entre dieciséis y veinte años, algunos de los cuales no le duraron más de cinco días.

Dejemos a Thea a los quince años, sentada frente a un espejo, acicalándose. Se siente especialmente feliz esta noche porque su más próxima rival, una chica llamada Elizabeth, acaba de tener un accidente de coche y se ha roto la nariz y la mandíbula y sufre lesiones en un ojo, por lo que ya no volverá a ser la misma. Se acerca el verano, con todos esos bailes en las terrazas y fiestas en las piscinas. Incluso corre el rumor de que Elizabeth tendrá que ponerse la dentadura inferior postiza, de tantos dientes como se rompió, pero la lesión del ojo debe ser lo más visible. En cambio Thea escapará a todas las catástrofes. Hay una divinidad que protege a las perfectas señoritas como Thea.

FIN